Hijo contrariado: una fantástica oportunidad para trabajar la empatía

Fecha: 27/02/2017

Hijo contrariado: una fantástica oportunidad para trabajar la empatíaPublicado en Presentable

Una competencia fundamental para una buena comunicación es la empatía.

Tener la capacidad de ponerse en el lugar del otro y ser capaz de intuir cuáles son sus pensamientos es indispensable para poder mandarle un mensaje de forma efectiva. Como se dice popularmente, necesitas conocer a tu interlocutor para poder “tocarle la patata” con tus palabras.

Pero, ¿cómo se puede trabajar esta habilidad con los niños? Es más. ¿Cómo puedes trabajar la empatía de tu hijo desde casa?

Hoy os explico un ejercicio que he usado varias veces con el mío.

Hijo contrariado

Mi hijo ya tiene esa edad en la que ante una bronca que le parece injusta se ofende profundamente.

Con mi mujer ya hemos adoptado una sistemática para estas situaciones similar al mítico “poli bueno/poli malo”. Después de la bronca (haya sido yo o mi mujer), el otro (el que no ha reñido) se encarga de suavizar la situación y eliminar cualquier indicio de frustración en el niño.

Hay ocasiones en que lo que hago es darle la razón a mi mujer pero de forma suave con el niño. Pero las hay también en las que la razón se la doy al niño (cuando creo que la tiene).

Tanto en unos casos como en otros, me he dado cuenta de que lo que realmente contraria a mi hijo es no entender el motivo de la bronca. Y eso es especialmente difícil cuando realmente no tiene culpa.

Necesitamos comprender

Eso nos ocurre a todos.

Una reacción desproporcionada por parte de alguien hacia nosotros, nos subleva sobremanera cuando no podemos dar una explicación a semejante comportamiento.

Sin embargo, los ánimos se calman si podemos averiguar qué fue lo que impulsó a esa persona a actuar así (ya sea entendiendo que se equivocó o aceptando que su reacción fue consecuencia de algo que hicimos nosotros).

Necesitamos comprender a los demás.

Y para comprender a los demás es necesario sintonizar con sus pensamientos. Connectar con sus preocupaciones y anhelos.

Ponerse en el lugar de los demás

Por eso, cada vez que, después de una bronca de mi mujer, me toca suavizar la situación, hago un ejercicio muy simple.

Intento hacer ver a mi hijo qué circunstancia puede haber hecho reaccionar a su madre de esa manera (especialmente si creo que es él quien tiene la razón).

Por ejemplo: mi hijo recibe una bronca de su madre (que acaba de llegar) porque en lugar de estar poniéndose el pijama está jugando con el cubo Rubik. Aparentemente normal, si no fuera porque yo le había dado permiso un rato antes para jugar 5 minutos más a cambio que después se desvista rápido. Mi mujer eso no lo sabía porque acaba de llegar del trabajo (de una de esas jornadas maratonianas que dejan a uno exhausto).

Mi hijo tiene razón, pero a pesar de eso se llevó un buen grito. Por lo que se ofende y se tumba en su cama. Ni se desviste, ni juega, ni nada de nada.

Entonces empiezan mis preguntas.

  • ¿Te has fijado a la hora que llega mamá? Viene del trabajo. ¿Cómo crees que llega: cansada o fresca como una rosa?
  • Cansada
  • ¿Y cuando estás tan cansado como mamá, crees que tienes más o menos paciencia?
  • Menos
  • ¿Y crees que no estando en casa puede haberse enterado que yo te había dado permiso para jugar un rato más?
  • No
  • ¿Y cuando está tan cansada crees que tiene ganas de hacer faena en casa o de descansar?
  • De descansar
  • ¿Y le ayudaría a descansar que tu hicieras las cosas rápido y a la primera o es mejor hacerlo lentamente y que te lo tenga que repetir 4 veces?
  • Rápido y a la primera.

Poco a poco le voy guiando para que el sólo, en base a sus respuestas, pueda comprender un poco mejor la bronca que acaba de recibir.

Después de unas cuantas veces haciendo este ejercicio, las preguntas con respuesta guiada las voy supliendo por preguntas abiertas. En lugar de “¿Cómo crees que llega: cansada o fresca como una rosa?” le pregunto “¿Cómo crees que llega del trabajo?”. Y él, ahora, ya es capaz de pensar cómo se siente su madre cuando llega tarde (a veces ;-)).

Eso no significa comprender y callar. Luego le animo a hacerle saber a su madre que se equivocó, pero que entiende que lo que quiere es que vaya rápido y que intentará hacerlo lo más rápido que pueda. No siempre lo conseguimos, pero en eso estamos.

Gran oportunidad para ser empático

Esa necesidad de comprender de la que hablamos para salir de ese estado de indignación es una oportunidad brutal para hacer este tipo de ejercicio de meterse en la mente del otro para comprender los motivos de su reacción: es decir, empatizar.

Porque comprender no significa ni tener la razón ni dejar de tenerla. No significa tampoco levantar el castigo o mantenerlo. En muchas ocasiones mi intervención no cambia las cosas, pero sí que contribuye en que mi hijo logre comprender a su madre y tolerar mejor su reacción (justificada o injustificada).

Te animo a que lo pruebes en tu casa (o en clase). Cuando veas a tu hij@ contrariad@, ayúdale a meterse en la mente de los demás miembros de la familia para lograr comprenderlos y gestionar mejor los conflictos familiares. No sabes el favor que les harás de cara a su mejora como comunicadores.

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