La importancia de atender, entender y desarrollar las inteligencias múltiples
Escrito por Sara Lladó
Publicado en la revista Hacer Familia
Howard Gardner, autor de esta teoría, defiende el desglose del concepto de inteligencia tradicional como un todo unitario a nivel cognitivo y de medición (CI), en 8 agrupaciones de habilidades o talentos, que desarrolla la persona en mayor o menor grado.
Cada individuo es capaz de conocer el mundo de ocho maneras diferentes: a través del lenguaje, del razonamiento matemático, de la visión espacial, del pensamiento musical, del uso del cuerpo para resolver problemas, de un conocimiento y empatía con los demás, de un aprendizaje basado en el método científico, y de un conocimiento y control de nosotros mismos. El grado de madurez de estas habilidades es lo que realmente nos diferencia y lo que determina el nivel y la capacidad para solucionar diversos problemas en situaciones complejas.
El sistema educativo debe contemplar esta nueva visión que implica necesariamente una educación personalizada: que no todos nuestros alumnos aprenderán de la misma manera y con las mismas estrategias educativas.
Es erróneo reconocer a los alumnos como más o menos inteligentes, en realidad son “diferentemente inteligentes”, lo que amplía la capacidad pedagógica para los docentes. Lo novedoso es que sin negar el factor hereditario, esta teoría, admite y defiende que dichas inteligencias, por ser capacidades, se pueden “entrenar”.
Si citamos a Gardner definiendo la inteligencia como la capacidad de resolver problemas en diferentes contextos, se puede deducir que la labor del profesor es presentar a sus alumnos situaciones donde puedan desarrollarla convenientemente.
|
||||
|
||||
Implantar en los centros educativos la cultura de las inteligencias múltiples supone un reto nada fácil. Incluye un importante cambio en los pilares del currículo educativo: programación, metodología y evaluación, ya que la metodología no lo es todo si no está vinculada con el aprendizaje. Como cimiento para que esta aplicación de la teoría de las IM pueda funcionar en las aulas, es indispensable crear en ellas un clima de afectividad y confianza.
1.- ATENDER A LAS INTELIGENCIAS
En el aula, es necesaria una atención exhaustiva que nos permita, como educadores, detectar el grado de desarrollo de estas inteligencias en cada alumno, con el fin de descubrir las fortalezas personales y apoyar el aprendizaje en ellas. Pues, ¿no es ese el gran reto de una verdadera educación personalizada? “Preparar a cada alumno para que llegue a ser competentemente inteligente en función de sus propias aptitudes, poniendo en juego todos sus recursos”.
Este constituiría el primer gran paso del profesor: atender a la manera de trabajar y aprender que demuestra cada alumno, para determinar qué inteligencia/ inteligencias se dan en mayor grado de desarrollo, con el fin de utilizarlas como trampolín del aprendizaje.
¿Cómo lo hacemos? Al igual que en el inicio de cada curso escolar, aplicamos a los alumnos una evaluación inicial que nos ayude a determinar el punto de partida en nuestra programación, existen test de inteligencias múltiples, que, a priori, nos permiten trazar un perfil individual y personalizado, del que podemos partir para el planteamiento de actividades afines a cada alumno. La observación directa e indirecta de los niños, a la hora de realizar actividades, completará este perfil.
Debemos optimizar sus recursos individuales al máximo, estimulando las diferentes inteligencias.
|
2.- ENTENDER Y DESARROLLAR LAS INTELIGENCIAS
El papel de los padres también es vital para entender las inteligencias más desarrolladas en sus hijos, de tal manera que podrán completar nuestra información, ya que conocen, mejor que nadie, sus aptitudes, aunque a veces tiendan a identificarse con las exclusivamente académicas (destrezas lingüísticas, lógico-matemáticas, por ejemplo, la musical o cinestésica)
Es en una buena y preparada tutoría donde recabaremos datos que complementen el perfil del alumno y que ayuden a los padres a potenciar el aprendizaje de su hijo en función de sus habilidades o talentos. Será en la familia donde, por ejemplo, se manifieste claramente la inteligencia emocional ( intra e interpersonal) , la importancia de conocerse a uno mismo, tan difícil en la edad escolar; controlar sus emociones, vencer los restos de egocentrismo, argumentar sus convicciones en casa sin caer en faltas de respeto hacia los demás miembros. Autoconfianza y automotivación. La complicada tarea de dirigir y equilibrar las emociones para orientar la propia conducta se inicia y reorienta en la familia.
¿Cómo lo hacemos?
Es necesario tener bien identificadas las habilidades propias de cada una de las inteligencias, tanto para entenderlas y poderlas aprovechar, como para diseñar actividades que posibiliten al máximo su desarrollo:
Es relativamente fácil reconocer en los alumnos, por ejemplo, su capacidad o don de la palabra, al observarles trabajar en equipo, argumentando con convicción, en un debate… O simplemente al representar una obra teatral, sabemos captar sin miramientos, quién tiene madera de actor. Así mismo, el ritmo se descubre en la lectura oral, en el deporte o en actividades de coordinación visomotora, en canciones o declamaciones de poemas. Las inteligencias lingüísticas, musical y cinestésica, ofrecen muchas pistas al educador.
El orden en la presentación de cuadernos, y la jerarquía organizada en esquemas, mapas conceptuales , tablas y gráficos, nos indican una adecuada inteligencia espacial, incluso lógico-matemática. Alumnos que destacan en el uso de las imágenes mentales, en crear diseños, pinturas y dibujos, o muestran habilidad para construir diagramas y construir o inventar cosas nos descubren claramente su percepción del mundo en imágenes .
El rigor en el trabajo, la habilidad para encontrar soluciones lógicas a los problemas, o los juegos o actividades de lógica también suelen indicar un talento matemático, y coinciden, en la mayoría de los casos con un buen pensamiento reflexivo, y una adecuada concentración, fruto de un nivel de desarrollo apto en inteligencia intrapersonal. Para desarrollar la inteligencia matemática suele ser utilizar, por ejemplo, con estos alumnos actividades que consistan en plantear problemas con final abierto para que los alumnos los resuelvan.
Las relaciones sociales, tanto en actividades de aula como en recreos, son claros índices de inteligencia interpersonal, personas carismáticas, alumnas que, siendo o no líderes en clase, significan mucho para el resto del grupo.
Alumnos observadores, con gran capacidad de reflexión, establecimiento de conexiones, integración y comunicación de percepciones del mundo natural, manifestando además deseos de saber cómo funcionan las cosas, apuntan claramente a una habilidad o inteligencia naturalista, y destacan en actividades de investigación, por pequeña que sea.
Son muchos los beneficios de esta innovadora estrategia docente: se consigue respetar las múltiples diferencias entre las personas y, como consecuencia, entre sus distintos procederes a la hora de recorrer el camino de su aprendizaje; además, al mismo tiempo hace mucho más gratificante y estimulante nuestro trabajo, ya que se trata –y sobre todo en las primeras edades- de descubrir las fortalezas para potenciarlas, ¡¡menudo reto!!
Aunque catalogada de pionera, en el fondo, esta teoría se muestra respetuosa con lo que todos aceptamos: que somos distintos, pensamos de forma diferente y aprendemos de forma diferente, no mejor o peor, sólo diferente.
Y nuestro deber es identificar y desarrollar aquello que mejor hacemos: nuestro ámbito de excelencia, ya que sólo apoyándonos en nuestras fortalezas encontraremos la motivación y autoestima necesarias para afrontar las debilidades.