¡No puedo hacerlo!, ¡lo quiero ya!, ¡así no! Estas exclamaciones son habituales en los niños que están acostumbrados a no aceptar un NO por respuesta y que
son incapaces de asumir una frustración o un fracaso en cualquiera de las facetas de su rutina diaria. Muchos padres intentan por todos los medios suprimir o mitigar las fuentes que causan frustración en el niño y terminan por convertir cualquiera de sus fracasos en un nuevo éxito.
Los especialistas creen que complacer en todo al niño no ayuda a su desarrollo
Según los especialistas, intentar complacer a los pequeños en todo y evitar que se sientan frustrados ante cualquier situación no es un buen camino para su desarrollo integral como persona, ya que de adultos deberán enfrentarse a circunstancias tanto de éxito como de fracaso. Los psicoterapeutas estadounidenses Dollard y Miller formularon en el siglo pasado su hipótesis de la frustración-agresión, según la cual la agresión es una respuesta frecuente a la frustración. Esta teoría defiende que, si no se enseña al niño a aceptar los fracasos, es posible que el pequeño desarrolle una actitud agresiva reincidente.
Aceptar los fracasos y las situaciones adversas requiere un aprendizaje por parte de los pequeños que los padres pueden enseñar mediante una serie de consejos.
1. No darle todo hecho: si se le facilita todo al niño y no se le permite hacer las cosas por sí mismo, es difícil que pueda equivocarse y aprender, así, a enfrentarse al fracaso.
2. No ceder ante sus rabietas: las situaciones frustrantes derivan en muchos casos en berrinches y rabietas. Si los padres ceden ante ellas, el pequeño aprenderá que esa es la forma más efectiva de resolver los problemas.
3. Ser ejemplo para los hijos: la actitud positiva de los padres a la hora de afrontar las dificultades es el mejor ejemplo para que sus hijos aprendan a solventar sus problemas.
4. Educarle en el esfuerzo: es necesario enseñar al niño que es necesario esforzarse; así aprenderá que el esfuerzo es, en muchas ocasiones, la mejor vía para resolver algunos de sus fracasos.
5. Marcarle objetivos razonables: hay que enseñar al niño a tolerar la frustración poniéndole objetivos realistas, pero sin exigirle que se enfrente a situaciones que, por su edad o madurez, sea incapaz de afrontar.
6. Convertir la frustración en aprendizaje: las situaciones problemáticas son una excelente oportunidad para que el pequeño aprenda cosas nuevas y las retenga. De esta forma, podrá afrontar por sí mismo el problema cuando vuelva a presentarse.
7. Enseñarle a ser perseverante: la perseverancia es esencial para superar situaciones adversas. Si el niño aprende que siendo constante puede solucionar muchos de sus problemas, sabrá controlar su frustración en otras ocasiones.
Los padres deben evitar la sobreprotección y el exceso de permisividad
El padre sobroprotector trata de alejar al niño de las situaciones problemáticas
Una de las principales causas de la poca tolerancia de los niños a la frustración, y de su incapacidad para enfrentarse al fracaso, es el exceso de protección por parte de sus padres.
Se el modelo de perfiles educativos definido por los psicólogos Ángela Magaz y Manuel García, el padre sobreprotector intenta evitar que el niño realice actividades que él considera arriesgadas, peligrosas o molestas. Tiende a dárselo todo hecho y piensa que el pequeño es débil, ignorante e inexperto y, por eso, hay que proporcionarle la mayor ayuda posible, así como evitarle cualquier problema, dolor o inconveniente. Por tanto, la sobreprotección inhibe la capacidad del niño para afrontar el fracaso, puesto que no permite que se produzca.
En otras ocasiones, el abuso de la permisividad por parte del padre agudiza la baja competencia de los niños para hacer frente a los problemas. Esta conducta permisiva se manifiesta con frecuencia en ceder ante cualquier requerimiento del pequeño, de modo que este siempre consigue lo que quiere y nunca se enfrenta a situaciones negativas, problemáticas o frustrantes para él.
Tanto por sobreprotección como por exceso de permisividad, la falta de capacidad del niño para aceptar el fracaso deriva, por lo general, en claros signos de incompetencia para resolver los problemas cuando son más mayores, así como en un alto grado de dependencia de los demás.
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