Cómo desarrollar la inteligencia emocional en niños
Publicado en Con Mis Hijos
La práctica de la inteligencia afectiva en la familia está llamada a mejorarse por los propios padres y constituye una senda idónea para enriquecer el comportamiento de los hijos potenciando los aspectos positivos y neutralizando cuanto de negativo pueda haber.
Procede recordar que las disposiciones temperamentales no determinan la trayectoria vital. Merced a la actuación educativa se fortalecen y aquilatan muchos aspectos de la personalidad, de la que la inteligencia afectiva forma parte esencial.
Consejos de inteligencia emocional para niños
Los padres pueden ayudar a favorecer el desarrollo de las habilidades emocionales de los niños desde el primer día. Algunos de los comportamientos que se deben reforzar son los siguientes.
- Cultivo del amor. La familia ha de ser el genuino y natural molde amoroso en que se forme el hijo. Los niños advierten lo que hacen y dicen sus padres, hermanos, abuelos, etc. El modelo ofrecido por los miembros de la familia impacta cognitiva y emocionalmente en los más pequeños. El repertorio conductual observado en los seres queridos cercanos y significativos tiende a imitarse. Así, el optimismo o pesimismo, la manera de relacionarse, el tono vital básico, etc., dependen en gran medida del aprendizaje empírico acontecido en el hogar durante la infancia, lo que nos permite hablar del 'sello de familia' para referirnos a una marca ambiental y genética.
- La actitud cordial. El clima familiar favorecedor de inteligencia afectiva está presidido por la cordialidad, es decir, por la comprensión empática, el respeto, la confianza, la comunicación, la sinceridad y la cooperación. La cordialidad genera seguridad y favorece la maduración. Esta disposición emocional de los padres hacia sus hijos, patente en las pequeñas acciones cotidianas, fomenta el encuentro, fortalece la vida familiar y estimula la identificación y la expresión de la afectividad, al igual que su adecuada canalización.
- La estimulación intelectual. No se trata de recibir sin más gran cantidad de estímulos intelectuales, sino de que éstos sean variados y beneficiosos. A los padres corresponde en gran medida construir un ambiente que despierte el amor a la cultura en sus diversas manifestaciones. Esta siembra familiar, apoyada en la lectura y la práctica de la razón, así como en actividades lúdicas y deportivas, fructifica en la personalidad infantil en forma de sana curiosidad, inclinación a explorar el entorno, afición por las letras e interés sociocultural generalizado.
- La disciplina. A través de normas razonadas y razonables el hijo adquiere y refuerza conductas de elevado valor para la convivencia. Una disciplina de nítido signo humanista permite canalizar la energía intelectual y afectiva del niño, que de otro modo se reprime o desborda. Es bien sabido que tanto el autoritarismo como la permisividad desembocan en comportamientos inadecuados. El autodominio y el crecimiento personal acontecen en un marco disciplinar ético en que prime la sensatez y la estabilidad emocional de los progenitores y su proyección en el establecimiento compartido con los hijos de reglas apropiadas.