Educar para actuar de forma crítica pero responsable
Publicado en Espacio Eniac
La Educación del carácter hace que el niño se enfrente con la realidad de la vida, desarrolle un pensamiento crítico y se convierta así en una persona responsable.
Si hubiera estado en mis manos, en vez de Educación para la Ciudadanía, habría incluido en el currículo la Educación del carácter, porque creo que cumple mejor los objetivos que aquella se proponía y proporciona a los profesores muchísimos más recursos didácticos”. Son las palabras del filósofo y profesor José Antonio Marina acerca de la importancia de la Educación del carácter.
Marina define la instrucción como “el conjunto de conocimientos y procedimientos intelectuales que un joven debe haber adquirido al dejar el sistema educativo”. Sin embargo para definir Educación del carácter se retrotrae a la antigua Grecia: “El carácter (ethos en griego) era el conjunto de hábitos buenos o malos que configuraban una personalidad. Los buenos hábitos se llamaban virtudes; y los malos, vicios”.
Los antiguos griegos se preguntaron cuáles son las virtudes del ser humano, es decir, aquellas fortalezas que debe adquirir y desarrollar para su vida. Y a esa pregunta respondieron mencionando un conjunto de hábitos que consideraban necesarios: unos eran intelectuales y otros eran morales. El pensamiento crítico, la capacidad de razonar, inventar y atender los argumentos de otra persona conforman los hábitos intelectuales. Por su parte, los morales son los hábitos que permiten un comportamiento excelente: tenacidad, conciencia moral, facultad de deliberar y de elegir, razonamiento moral, valentía, capacidad de resistir el esfuerzo y de aplazar la recompensa, etc.
De esta forma, la Educación del carácter se puede definir como el desarrollo del conocimiento, las habilidades y las actitudes que permiten al alumno tomar decisiones responsables y con fundamentos. Permite, por tanto, que el alumno se enfrente cara a cara con la realidad de la vida, desarrolle un pensamiento crítico y así pueda actuar de manera responsable.
Como explica Marvin Berkowitz, profesor de la Universidad de Missouri-St. Louis, “toda sociedad sana quiere que sus ciudadanos se preocupen por el bienestar de los otros, se responsabilicen de sus acciones o digan la verdad cuando es importante”. A su juicio, “uno de los grandes retos en la Educación del carácter es separar estas verdades morales universales de las convenciones culturales”. El profesor recuerda que “gran parte de la sociedad occidental se está volviendo individualista, egoísta, competitiva… Debemos educar a la siguiente generación para que garantice la vida democrática y cuide del mundo”.
Educar en la diversidad.
El profesor Abdeljalil Akkari, de la Universidad de Ginebra (Suiza), que participó en unas jornadas sobre Educación del carácter en la Universidad de Navarra, enfatizó que en la sociedad contemporánea es un reto “convivir con nuestros diferentes intereses, modos de vida y valores”, por lo que para educar el carácter es importante “multiplicar las posibilidades de tener experiencias con personas diferentes de la propia realidad social, cultural y política”.
Thomas Lickona, psicólogo y sociólogo evolutivo en la Universidad de Nueva York (EEUU), es otro de los más importantes expertos en Educación del carácter. Él destaca la importancia de una alianza entre la escuela y la familia para promover “el liderazgo moral, la disciplina, el clima de respeto y cooperación y desarrollar el carácter desde la infancia”.
Asimismo, Lickona señala que es necesario potenciar el protagonismo y la participación de los alumnos “como elementos imprescindibles para desarrollar una auténtica actitud positiva en la familia, en el aula y en la comunidad”. A su juicio, “son exigencias fundamentales de esta sociedad global, de valores controvertidos, familias desestructuradas, padres ausentes por sobrecarga profesional y medios de comunicación omnipresentes e invasores”.
¿Solo una Educación moral?
¿Solo una Educación moral? Sin embargo, Marina considera que el enfoque estadounidense no es el adecuado, ya que “convierte la Educación del carácter en una Educación moral, cuando sus objetivos tendrían que ser más amplios”. Desde su punto de vista, “debería incluir la formación de hábitos básicos intelectuales y afectivos y aprovechar, por ejemplo, los planes de desarrollo de la inteligencia crítica, los programas de fomento de la creatividad, de Educación emocional o de adquisición de las fortalezas esenciales”. “Cuando en la escuela intentamos despertar la motivación para el aprendizaje, educar el razonamiento o fomentar la capacidad para resolver problemas, estamos educando el carácter”, asegura el profesor Marina.
Marina pone como ejemplo el aprendizaje de la atención, una tarea importante en la Educación Primaria que forma parte de la estructura del carácter. Y lo mismo sucede con la capacidad de aplazar la recompensa, de persistir en las metas o de elaborar proyectos. “Son tareas inequívocamente educativas y son formadoras de la personalidad”, afirma Marina.