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De libros y valores...

Hoy en día está muy generalizada la identificación de calidad e innovación educativa con la introducción (especialmente en el ámbito educativo) de nuevas metodologías de enseñanza-aprendizaje, dentro de las cuales llama la atención el incremento en el uso de las nuevas tecnologías y, cómo no,  del bilingüismo. Esto es fundamental, pero lo es aún más no perder de vista el objetivo: encontrar nuevos caminos para conocer la realidad de la persona.

En esto la lectura tiene mucho que ver. Como bien sabemos pero no sobra recordar, leer es una actividad particularmente enriquecedora e intelectualmente desafiante. Implica hacer una aproximación a muchos contextos y circunstancias que en ocasiones pueden sernos ajenos pero que siempre nos ayudan a tener una visión del mundo mucho más completa y, por ende, más real. Abrir un libro es comparable al hecho de abrir una ventana al mundo y asomarnos a una serie de realidades nuevas y estimulantes que enriquecen la propia y nos ayudan a entendernos mejor tanto a nosotros mismos como a los demás y a nuestro mundo. Esto, que no es más que el amor por la lectura, también puede y debe educarse, y para ello aquí propongo unos consejos que pueden funcionar para estimularlo dentro y fuera del aula:

1. Crear una rutina: también cuando son más mayores. Independientemente de que los padres tengan mayor o menor protagonismo en la vida de sus hijos (dependiendo de la edad en que estos se encuentren), lo cierto es que son el espejo en el que se miran tanto niños como jóvenes. Y es compartiendo un espacio de tiempo concreto juntos, leyendo por ejemplo, cuando acaban haciendo un hueco en su vida para ello y, en su ausencia, echan de menos esta costumbre familiar.

2. Crear una biblioteca escolar (o familiar) dinámica, atractiva, donde todos aporten propuestas y donde los lectores intervengan para crear el catálogo y hacerlo vivo y funcional. Saber desenvolverse en este entorno facilita también la búsqueda y el acceso a los distintos volúmenes.

3. Conversar mucho con los hijos (y, en su caso, con los alumnos): no solo de cosas cotidianas sino sacando a relucir diversos temas. Así es más sencillo estar atento a los intereses de cada uno y sugerir o explorar títulos atractivos. En ocasiones esos intereses no están tan claros o hace falta innovar, para lo cual también es bueno tener opciones al alcance de la mano. Para este fin es muy útil el siguiente punto:

4. Frecuentar bibliotecas y librerías e indagar en las distintas áreas de conocimiento, temas o géneros literarios, con el objetivo de darlos a conocer y suscitar su interés. Un género muy interesante para cualquier edad son las biografías o autobiografías, con historias reales, muchas veces cercanas y escritas generalmente en un tono desenfadado.

5. Valorar el libro: no solo por cómo lo cuidamos, lo utilizamos, lo almacenamos... Puede resaltarse su valor como regalo, además, pues enriquece poco a poco nuestro fondo bibliográfico y, en consecuencia, nuestras referencias y herramientas de conocimiento del mundo.

Mención aparte merece el consejo de leer en otro idioma: esto puede ser bien una carga más o, una vez se domine el idioma, un aliciente. Desde luego cabe destacar su importancia, ya que una cosa sí sabemos a ciencia cierta: que leer trae consigo beneficios más que probados a nivel práctico en lo que se refiere al aprendizaje de un idioma extranjero (incrementa y consolida el vocabulario y las estructuras sintácticas, nos ayuda a ver en práctica el uso de los distintos puntos gramaticales, se interiorizan modelos de escritura, etc.) Pero, como educadores, el objetivo debe ir mucho más allá del idioma en sí mismo: no interesa solo interiorizar la lengua por lo que ésta tiene de instrumental, sino utilizarla como aliada para entender lo que el autor nos quiere decir. No es solo el inglés, sino la aventura de "Robinson Crusoe" de Daniel Defoe, que nos hace reflexionar sobre la conciencia de uno mismo. No es el inglés del siglo diecinueve de L.M. Alcott, sino el reflejo de la sociedad de la época que encierra "Little Women". O el valor de "Lord of the Flies" para entender a qué puede llevarnos la inmadurez, la ambición y el egoísmo. O el aplomo argumentativo de Chesterton. O la ficción y la no ficción de los textos de C.S. Lewis. O las enseñanzas de vida de Erich Fromm o Viktor L. Frankl para los lectores en alemán...

Mucho podemos aprender con un buen libro, pero cuánto daño hace una lectura inapropiada... Especialmente en un mundo empeñado en fragmentar a la persona en múltiples retazos inconexos, es necesario poder dar un sentido y un significado integrales a la vida y a la experiencia humana: efectivamente interesa leer, pero mucho más interesa saber leer, algo que va por delante de los consejos anteriores. Desde pequeños, los niños necesitan autoexaminarse, conocer sus capacidades y sus límites y, progresivamente, ir tomando decisiones que vayan definiéndolos y a su vez marcándoles el camino por el que continuar. En este camino, los libros van de su mano y los títulos y contenidos van cambiando al ritmo que el niño crece.

En definitiva, porque tanto padres como educadores debemos empeñarnos en enseñar a nuestros hijos o alumnos el valor primordial de la libertad y la responsabilidad, debemos contar con la lectura como aliada indispensable en esta gran tarea de enseñar a nuestros hijos y alumnos valores primordiales con los que recorrer ese camino. Los jóvenes tienen que leer, sí, pero tienen que saber hacer buen uso de su libertad al elegir las lecturas y hacerlo con responsabilidad, con criterio, con autonomía... Es ahí donde nuestro papel es indispensable, como lo es también el de la lectura. En sus manos dejamos a nuestros hijos y alumnos con la esperanza de que cuanto antes aprendan qué le interesa de verdad y en “compañía” de quién (“vivo o muerto”) merece la pena invertir su tiempo.

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