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Requisitos que deben reunir los juguetes para que cumplan su expectativa educativa

Padres y profesores, a la hora de elegir un jueguete para los niños ¿sabéis cómo elegirlo? ¿qué criterios seguís? A continuación os explicaré algunos requisitos que deben reunir los juguetes para que cumplan su expectativa educativa.

1. Apropiados a cada edad

Indudablemente es necesario guiarse por la edad del niño a la hora de comprarle un juguete. A veces la línea de conducta vendrá marcada no sólo por la edad sino por el desenvolvimiento del niño, porque los habrá que tengan necesidades menores de lo que les correspondería o mayores.

Sin embargo se pueden fijar tres grandes apartados, siguiendo una línea muy general y meramente indicativa:

Primera infancia. Juegos funcionales.

Desde el nacimiento hasta los tres años. Al niño le interesa su propio cuerpo y todo cuanto tenga relación con los sentidos: la vista, tacto, oídos... Así le interesan los sonajeros en un primer momento, de la misma forma que todos los juguetes que producen un sonido. Le gustan los grandes muñecos de colores vivos y vistosos. Le encanta aquel oso de peluche cuya suavidad le incita a tocarlo. Y también comienza a gustar de encajar cubos o cajas de diferentes colores, que le ofrecen su viveza además de la posibilidad de irse haciendo con las formas y los tamaños de las cosas.

Segunda infancia. Juego Simbólico.

Situada aproximadamente entre los tres y los siete años. Los niños de estas edades siguen gustando de los juguetes de construcción, pero su mayor distracción consiste en desbaratar aquello que han construido ellos mismos u otros. Esto le permite comprobar que domina las cosas. El mismo incentivo halla en los juguetes del tipo de los rompecabezas y puzles, que además constatan su destreza.

Los niños comprendidos entre estas edades suelen interesarse también por todo lo que en alguna manera pueda imitar al mundo que les rodea. Por eso les entusiasman tanto los disfraces de personajes diferentes y, por lo mismo, si no los poseen, los fabrican con ropa vieja de los padres y de la casa que, con un poco de imaginación, se transforma fácilmente en aquello que desean.

La plastilina y la arcilla, el agua y la arena, las bicicletas y triciclos les gustan y son altamente recomendables para descargar su vitalidad en juegos creativos o que favorezcan el ejercicio corporal del niño.

Tercera infancia. Juegos de regla.

A partir de los siete años y hasta la entrada de la pubertad (once o doce años) se acrecienta el interés por los juguetes que requieran movimiento: aviones, coches, trenes..., y en contraposición surge la afición por los juegos sedentarios del tipo parchís, lotería, oca o ajedrez que contribuyen a desarrollar la capacidad de razonamiento del niño. La aceptación de los juegos reglados acrecienta significativamente el proceso de socialización.

Es ésta una edad más tranquila en la que se aprecian sobremanera los cuentos, cuya lectura tanto puede ayudar a la vida intelectual si tienen la debida orientación. Las pinturas, las ceras, los juguetes educativos... cumplen el mismo cometido de contribuir al desarrollo del intelecto infantil. Sin embargo, conviene advertir que no es positivo que todos los juguetes del  niño se canalicen exclusivamente a través de las “herramientas didácticas”, de las que hoy en día, a nuestro juicio se abusa en exceso. Los juguetes didácticos o educativos se deben combinar con otros menos estructurados para no cegar la espontaneidad de los niños. Es muy bueno, en esta etapa, fomentar los juegos de marionetas y de guiñol porque permiten manifestar y expresar lo que sienten en cada momento y que a veces no se atreven a decirnos a las claras.

Juguetes universales

Si existen juguetes cuyo valor conviene específicamente a una edad determinada o a un tipo de niño, también es cierto que hay dos para los que no caben fronteras de ningún tipo: la pelota y la muñeca. Los dos son de fácil manejo y se prestan magníficamente a utilizarlos con imaginación.

Por lo demás, la pelota facilita la coordinación de movimientos, y la muñeca (cuando tiene accesorios y vestidos para quitar y poner) desarrolla la habilidad, a la vez que despierta  sentimientos de ternura y afecto.

juegosimbolicoenlosninios2.- Atención a la cantidad

El niño necesita juguetes para su desarrollo, pero no todos los juguetes. Hay padres que, guiados por la necesidad que el niño tiene de jugar o por su propia ilusión, inundan a sus hijos de juguetes. Esto ni resulta pedagógico ni tan siquiera distraído. Es decir, no se les hace ningún bien, sino todo lo contrario, porque la atención de estos niños tiene tendencia a no fijarse en ningún juguete o, lo que es lo mismo, a pasar de unos a otros sin detenerse y disfrutar de ninguno. Si el juego es también un medio para el aprendizaje, resulta de ello que el niño en estas circunstancias encuentra una tremenda dificultad en concentrarse y su vida intelectual futura puede hallarse comprometida desde ese momento.

Hay padres que influidos por una publicidad machacona, atribuyen a los juguetes un valor máximo y abarrotan la casa de juguetes. A veces ocurre porque en un exceso de blandura no sabemos decir no a los caprichos de los niños y queremos satisfacerlos en todo lo que nos piden. En otras ocasiones se trata de evitar que nuestros hijos “sufran” por la privación de juguetes y razonamos pensando que si nosotros no los pudimos tener, lo lógico es que ellos no padezcan esa carencia, como si nosotros hubiésemos sentido alguna frustración por ello.

Hay quien piensa, además, que colmando a los chicos de juguetes van a creer  que  así  les  queremos  más.  ¡Menudo chantaje afectivo!  Esta actitud -muchas veces inconsciente- no es menos frecuente que la de aquellos padres que quieren convertir en realidad sueños inalcanzables de su propia infancia, y regalan, por ejemplo, a un niño de tres años un tren eléctrico lleno de vagones, pasos a nivel, túneles, estaciones..., como si el niño fuera capaz de manejar tanta complicación.

3.- No al juguete guardado

Es preciso tener en cuenta que los juguetes se adapten a los niños y no los niños a los juguetes, aunque para ello haya que ir en contra de la corriente actual de regalar juguetes delicados a edades muy tempranas.

Los “juguetes buenos” que se guardan el día de Reyes por la tarde, para que no se estropeen, no hacen ningún bien a los niños; lejos de ser un regalo, se convierten en una especie de castigo.

Entonces alguien podría pensar si no es mejor dárselos que prohibirles jugar con ellos. Para evitar el penoso espectáculo de ver cómo nuestros hijos destrozan los juguetes caros no apropiados a su edad y ahorrarnos de paso la consiguiente rabieta y reprimenda, lo mejor es que empecemos por no comprar ese tipo de juguetes que sabemos nos van a poner en el dilema de una de estas dos soluciones.

4.- El juguete y su precio

El paso siguiente está, pues, en preguntaros: ¿cuánto es preciso gastarnos en un juguete? ¿Deben los padres gravar su presupuesto familiar en favor de la adquisición de juguetes? La prudencia enseña que esto último no se debe hacer en ninguno de los casos. En cuanto a la primera pregunta, la respuesta es un poco relativa, pues relativos son también los ingresos en las familias. Pero en general se puede decir que no es necesario gastar mucho en juguetes, porque el niño lleva en sí la maravillosa cualidad del sentido del juego, que es lo que hace que se entretenga largos ratos con el juguete más sencillo. “Un mono es capaz de hacer andar un tren eléctrico, pero sólo una niña es capaz de acunar tiernamente un cojín envuelto en un viejo chal”.

Generalmente los juguetes muy perfectos, que son precisamente los más caros, son los que tienen menos éxito a la larga, aunque en su momento sean acogidos con alborozo, puesto que el niño, con su imaginación, ya no puede añadirles ninguna cualidad más, porque las tienen todas.

requisitosparaelegireljuegoinfantil5.- Sentido práctico

En la práctica, el juguete, incluso el más sencillo, puede ser tanto un medio de estimular ciertas cualidades, como un impedimento o una interferencia para otras cosas.

El orden es una de las cualidades que se puede impulsar en la utilización del juguete. Cuando el niño juega no se le puede prohibir que lo haga con espontaneidad, pero se puede circunscribir su campo a un determinado lugar que él sepa destinado al efecto y que no tiene por qué ser una habitación destinada exclusivamente para juegos; lo mismo sirve el cuarto de niño que cualquier otro rincón. Así mismo el niño debe saber dónde se guardan sus juguetes y que es responsable de recogerlos una vez utilizados.

El juguete es un bien si reúne una serie de factores, pero en determinados momentos puede ser un estorbo, concretamente  cuando interfiere en la vida escolar del niño por una mala distribución del tiempo libre. Es un problema difícil de resolver en algunos casos, pero es preciso hallar la forma de compaginar el juego con el estudio, porque las dos cosas son necesarias.

La irritación y el nerviosismo que manifiestan muchos niños es el producto de no llenar esa necesidad que es el juego. La inquietud de algunos muchachos durante las clases indica una falta de dedicación normal al juego, y la única medicina curativa en estos casos sería precisamente la de proporcionarles los momentos necesarios para su expansión.

María Galvache,

Profesora de Educación Infantil en el Colegio Orvalle

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