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¿Puede existir el aprendizaje sin emoción?
“La neuroeducación, la disciplina que estudia cómo aprende el cerebro, está dinamitando las metodologías tradicionales de enseñanza. Su principal aportación es que el cerebro necesita emocionarse para aprender y desde hace unos años no hay idea innovadora que se dé por válida que no contenga ese principio. Sin embargo, uno de los máximos referentes en España dentro de este campo, el doctor en Medicina Francisco Mora, pide cautela y advierte de que en la neuroeducación todavía hay más preguntas que respuestas”. ( Artículo El país. Francisco Mora. Experto en Neuroeducación. 20 febrero 2017).
Es cierto que los docentes recogemos necesidades detectadas en todo tipo de alumnos, cuando menos alarmantes, encontrando carencias significativas a la hora de "aprender a aprender".
Las funciones ejecutivas del pensamiento, sobre las que recaen un verdadero aprendizaje significativo (que conlleva un alto rendimiento), cómo podrían ser: planificar, priorizar organizar y ejecutar, no están presentes en su desarrollo en la mayoría de los jóvenes.
Enseñarles a gestionar sus recursos: No solo estar pendiente de lo que saben, sino también de qué saben hacer con ello; atender a la diversidad: esto es, personalizar pluralizando caminos de aprendizaje adaptados a cada uno de ellos; saber qué hacer con las altas capacidades y otros grandes objetivos que deberían desarrollarse intrínsecamente con su aprendizaje y no lo hacen, nos hace plantearnos la necesidad de un cambio en las estrategias metodologías siendo en el campo de la neurociencia, en el que encontramos sugerentes respuestas.
El ABP, y el trabajo cooperativo, vienen en nuestra ayuda consiguiendo avanzar hacia un aprendizaje constructivista donde el alumno sea el protagonista comprometiéndose en su aprendizaje, y el profesor, un guía. Alternar clases magistrales, estructuradas como tal, con actividades en equipo donde los niños pongan en juego todos sus recursos, curriculares y personales, parece que consigue en ellos, objetivos como, la motivación necesaria para querer aprender, el despertar la curiosidad intelectual, e incluso, organizar su aprendizaje, convirtiendo así el proceso en un camino mucho más constructivo que receptivo… .
Mora, (doctor en Neurociencia por la Universidad de Oxford), defiende que la educación puede transformarse para hacer el aprendizaje más efectivo, por ejemplo, reduciendo el tiempo de las clases a menos de 50 minutos para que los alumnos sean capaces de mantener la atención. Personalmente, veo más adecuado, no tanto en reducir tiempo en las sesiones, sino en intercalar, durante ese tiempo, actividades de diferentes tipos que se desarrollen con diferentes recursos y estrategias pedagógicas. Es más trabajo para el profesor, prepararse así la clase, pero serán mejores los resultados y merecerá la pena la inversión.
A mi juicio, no es el tiempo lo que falla, sino cómo y en que se aprovecha con los alumnos. De alguna manera hay que repartir el horario escolar entre las diferentes materias que componen el currículo escolar. Pero es labor del profesor, cuando cierra la puerta de su aula, estimular el aprendizaje colaborativo, el trabajo activo poniéndoles en situación de desarrollar el pensamiento crítico, creativo, la toma de decisiones y la resolución de problemas.
Numerosas actividades pueden realizarse en cualquier asignatura, si trabajamos por proyectos parte de los contenidos curriculares, volviéndose así mucho más funcionales y cercanos al alumno. No es lo mismo explicar, estudiar y subrayar un tema con su consecuente examen que, por ejemplo, plantearles un pequeño reto en el que tengan que llegar a esos mismos conocimientos por otras vías de aprendizaje y, en equipo.
Las partes de una planta, toman vida por ejemplo, si tienen que construir un pequeño invernadero y seleccionar semillas, observar cómo crecen, cuidar las condiciones necesarias, tomar fotografías de todos los avances, aprender de los errores cuando una de ellas se marchita, clasificarlas y, exponer al resto del grupo.
Los objetivos del tema, entonces, podrían ser: Conocer la estructura y finalidad de un invernadero, diferenciar las formas de cultivo y su reproducción, los productos de temporada, identificar diferentes hortalizas, verduras, flores y otras plantas, conocer el desarrollo de estas, la adquisición de un vocabulario del campo léxico correspondiente… etc...todo esto ha cobrado vida, se ha hecho útil, real y funcional para el alumno. Trabajando de esta forma, se da más importancia a los contenidos procedimentales. La metodología es esencialmente constructivista, y la evaluación se convierte en procesual y mucho más realista.
El aprendizaje con estas nuevas estrategias didácticas, adquiere así mismo una perspectiva crossmodal que garantiza entradas sensoriales diferentes con sus respectivas percepciones (auditivas, visuales, kinéticas…) , volviendo al ejemplo anterior: “Aprender a sembrar, plantar y recolectar hortalizas y flores, diferenciarlas por su aroma, fruto…” , lo que apostaría por una cooperación neuronal.
Citando nuevamente a la neurociencia y al Doctor Mora, conseguimos con este tipo de metodología, conocer qué estímulos despiertan la atención, que después da paso a la emoción, ya que sin estos dos factores no se produce el aprendizaje.
¡Merece la pena intentarlo!.
Sara Llado,
Coordinadora de Primaria II en el Colegio Orvalle