Alexandre Havard imparte una conferencia ante 600 personas en Orvalle

Fecha: 26/01/2024

Ante un auditorio de 600 personas en el Colegio Orvalle, el conferenciante internacional y fundador del Instituto de Liderazgo Virtuoso Alexandre Harvard, impartió una sesión magistral sobre su método para lograr un liderazgo efectivo en la vida personal y profesional, apoyado en las virtudes, especialmente la magnanimidad.

Alexandre Havard impartía clases en la Universidad cuando se dio cuenta de que a los alumnos se les daba información, pero no formación. ‘‘¿Cómo uno transforma los sueños en realidad?’’, les preguntó mientras explicaba el origen de la Unión Europea. Otras de las preguntas que les planteaba eran: ‘’¿Qué diferencia hay entre un temperamento y aquello que podemos desarrollar (el carácter)? ¿Qué es una misión? ¿Cómo podemos descubrirla?’’ Y fueron ellos los que le ‘’obligaron’’ a emprender este camino hacia el liderazgo virtuoso.

¿Qué es el liderazgo?

El liderazgo no es una posición, como mucha gente piensa. No es tener jefe y no es una función social. Un líder siempre es un educador. Todos tenemos que ser líderes, es decir, todos tenemos que crecer haciendo crecer a otras personas. Ser líder es sacar lo mejor de cada persona. Es una actividad moral, es un modo de ser. Crecer haciendo crecer a otros independientemente de la posición que tengas. 

El liderazgo no es management. Este liderazgo que propone Alexandre Havard es para todos, independientemente del temperamento que tengas. Porque es cuestión de carácter, se hace. Y no se trata de llevar a cabo tus propios objetivos. 

Las virtudes básicas

El carácter está formado por hábitos morales, por virtudes que se pueden desarrollar más o menos: prudencia, sabiduría práctica, fortaleza (formada por dos aspectos: la audacia y la persistencia), el dominio de sí (capacidad de dirigir la energía de nuestras emociones, sin machacar ni dejarnos llevar por ellas) y la justicia (la verdad). Son virtudes básicas, fundamento, porque son instrumentos para conseguir otras. 

Las virtudes específicas del líder

Ninguna de las anteriores virtudes, las clásicas, son las específicas del liderazgo. El líder tiene dos virtudes que tienen que ir unidas: la magnanimidad y la humildad. Esta última se desgrana en el conocimiento propio y fraterno, al servicio del prójimo. El liderazgo es grandeza y servicio. Son dos aspectos que no se pueden separar.

La magnanimidad

Es una virtud específica de los líderes. Es en consonancia con su propia grandeza como ser humano, ‘’se considera digno de cosas grandes’’, como la definía Aristóteles. Es también acción, que sueña con actuar. ‘‘Dignos de hacer cosas grandes’’, Santo Tomás de Aquino.

La magnanimidad es un desafío para todos porque es muy difícil. Es la primera virtud específica del líder. Es la conciencia de la propia dignidad: soy un ser espiritual, tengo conciencia de mi grandeza. Es el que se considera digno de cosas grandes. Sabe que un ser humano no es un ser animal, es espiritual. Los materialistas no pueden ser magnánimos. Es contemplación y acción. Es soñar para realizar ese sueño. 

La magnanimidad te ayuda a conocer tus talentos, tus dones. Para ello hace falta humildad. Si no conoces tus talentos, que los has recibido gratis, no podrás realizar tus proyectos y tú eres responsable de lo que haces con tus talentos. Una persona que no reconoce sus talentos es ingrata con Dios. La magnanimidad es la virtud de la fe en sí mismo. Es tener esperanza en tus talentos, al final es tener esperanza en Dios. El origen del talento es Dios. Una persona que es magnánima no es orgullosa, porque sabe que no son sus talentos sino que le son dados por Dios. 

Alexandre Havard en Orvalle

4 claves para ayudar a los jóvenes a practicar la magnanimidad

  1. Autodominio.
  2. Prudencia (decisión) o deliberación. 
  3. Seleccionar las fuentes: crear un entorno magnánimo para su vida. Seleccionar las fuentes de influencia que recibes, identificar lo que le hará crecer y rechazar lo que no. (Las películas, los libros, la música…)No es cuestión de podcast. Es cuestión de qué visión tengo de mí mismo y del ser humano. Y está influenciado por todo lo que recibo. Educarle en esto para que luego sea capaz de hacer esa selección por mí mismo.
  4. Voluntad: practicarlo. Necesitamos las cuatro virtudes cardinales, los fundamentos: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

La necesidad de un punto de partida

Las personas necesitan un punto de partida para su crecimiento personal. Conocer sus inclinaciones biológicas, su temperamento y  conocer su propia virtud les va a ayudar a crecer.

Los cuatro temperamentos

La personalidad es la suma de temperamento y carácter. El temperamento se refiere a esas características innatas con las que ‘‘venimos de fábrica’’. Mientras que el carácter hace referencia a las cualidades y valores que adquirimos.

1) Temperamento colérico

Quieren acción, necesitan moverse, tienen mucha energía vital. Necesitan metas, personas. El problema es que ve a la gente como un instrumento y no como un fin en sí mismo. Su desafío, el punto de partida para crecer de una persona con temperamento colérico, es la virtud de la humildad.

2) Temperamento melancólico

Son creativos, gente que contempla las ideas, que produce ideas nuevas. Están interesados en la Filosofía, el Arte, la Literatura. Están absorbidos por sí mismos y esto permite la creatividad, pero tienen miedo a la acción. Porque implementar la idea les parece un desastre, aún no les parece perfecta. Les cuesta transformar la idea en acción.

Necesitan la virtud de la audacia y así saldrá de sí mismos y podrán hacer cosas grandes por la humanidad. La audacia es un desafío para él. Se trata de ayudarle a ser audaz. Necesita seguridad antes de pasar a la acción. Vamos a ayudarle a equivocarse para que así se vaya dando cuenta de que es capaz de tomar decisiones. Un ejemplo de este temperamento es Martin Luther King.

3) Temperamento sanguíneo

Les gustan las personas, las valora mucho. Viven en el presente, les gusta lo nuevo y el ahora, la diversión… No les gusta la rutina. Les caracteriza una gran alegría de vivir y su gran capacidad de comunicación y amistad con la gente. Son abiertos y simpáticos

Su problema es que para él no hay futuro porque vive en el presente. Debe desarrollar la paciencia, la persistencia, la fidelidad, etc. Sino será una persona que empieza cosas y no termina. No le motivan las metas sino el proceso. Un ejemplo de este temperamento es Santo Tomás Moro.

4) Temperamento flemático

Le caracteriza su gran capacidad de ayudar, su tranquilidad, pacifismo y su raciocinio. Son personas interesadas en el ámbito científico. Pero tiene miedo a ‘’soñar’’ porque es algo antirracional. Le cuesta la magnanimidad, la grandeza, soñar sobre sí mismo y las personas. Le gusta la rutina. Su desafío es la magnanimidad porque están acostumbrados al status quo.

En qué te ayuda conocer los temperamentos

Todos son modos espectaculares de ser. Si no conoces esto juzgarás a los demás de acuerdo a tu perspectiva, según tu temperamento. Existe el peligro de poner a la gente en una caja. Y ponerlo en tu caja, bajo tu visión, bajo tu temperamento que es el único que conoces.Y estarás juzgando moralmente algo que es biológico; el temperamento. 

Es bueno conocer tu propio temperamento para conocer cuál es tu reto. 

Con esto tienes un punto de partida para lograr luchar en una virtud, que es la que te ayudará, y no tienes necesidad de luchar en ocho virtudes. Solo en una.

Si conoces el temperamento del otro es más fácil comunicarse con él. Porque para atraer su atención utilizas su modo de ser. Eso no es manipulación (mentira) es comunicación, saber presentar las cosas. 


Qué es la magnanimidad

La magnanimidad es la principal virtud del líder. Es benevolencia, clemencia, grandeza, elevación del espíritu, desprendimiento y generosidad. La persona magnánima tiene la conciencia de su grandeza y se considera digno de cosas grandes. 

Definición de grandes sabios sobre la magnanimidad

  • ‘‘Es la característica de las almas que aspiran a lo óptimo, a las cosas superiores. Aristóteles.
  • ‘‘Es la extensión del alma de las cosas grandes’’, Santo Tomás de Aquino. 
  • ‘’No se trata de hacer las cosas cada vez más difíciles, se trata de hacerlas cada vez con más amor’’, San Josemaría Escrivá.
  • ‘‘Es la más hermosa, la más excelsa de las virtudes que un hombre puede tener’’, Séneca.

Qué relación tiene la magnanimidad con otras virtudes

La magnanimidad es el ornamento de todas las demás virtudes: no puede existir sin ellas y al mismo tiempo las acrecienta. Cada virtud tiene su belleza específica. La magnanimidad añade una belleza que le viene por la magnitud de la obra realizada. La magnanimidad actúa sobre las demás virtudes haciendo que den el máximo de su potencia e impidiendo cualquier falsificación.

Los dos actos propios de la magnanimidad

  1. Empuje y conquista de lo grande:
  • Mira siempre lejos, amplía los horizontes.
  • No sólo aspira a cosas grandes, sino que las lleva efectivamente a cabo, a pesar de las dificultades
  •  Se enfrenta a los peligros reales y grandes, sin titubear en el sacrifico, incluso, de la propia vida.
  1. Menosprecio del mundo y de todo lo pequeño:
  • Menosprecia las pequeñas aspiraciones que desgastan el alma en empresas sin envergadura.
  • Está por encima de las vicisitudes del mundo.
  • No se desanima ante la adversidad ni aspira a los premios puramente humanos.
  • Desprecia el reconocimiento del mundo.
  • No se desalienta por el deshonor y olvida las afrentas.
  • Tiene capacidad de sacrificio, y renuncia a las cosas del mundo antes que abandonar la virtud.
  • Sabe perdonar, y devuelve bien por mal.

Las tres características del magnánimo

  • No se inmuta por una deshonra injusta.
  • No considera que exista alguien tan alto que merezca que por él se cometa algo deshonesto.
  • No calla la verdad por miedo (sinceridad).
  • Evita la adulación y las posturas retorcidas (honradez).
  • No se queja.
  • Es moderado en todo lo relativo a riquezas y poder; a la fortuna, favorable o adversa.
  • No manifiesta en los triunfos una alegría excesiva, ni en los reveses un exceso de abatimiento.
  • Es capaz de hacer el bien a los demás, y, en cambio, no se considera merecedor del bien que los demás pueden hacerlo.
  • Da más que recibe.
  • No va a los sitios donde va el vulgo, ni disfruta  con ocupar el primer puesto que corresponde a otros.
  • Hace pocas cosas, pero las que hace son siempre grandes y dignas de renombre. 
  • Poco inclinado a la admiración.
  • No siente resentimiento por el mal que se le haga.
  • Se ocupa tan poco en oír alabanzas sobre él como en criticar a los demás.

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