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Decálogo familiar para reflexionar y mejorar
En la convivencia, es habitual que surjan roces que suponen un reto en el trato diario. En Orvalle consideramos que los padres sois los verdaderos protagonistas de la educación de vuestros hijos e hijas. Por eso, ofrecemos múltiples herramientas, como la escuela de padres o la preceptuación, con el objetivo de ser vuestros aliados en esta preciosa tarea. Con este decálogo familiar, la profesora de Infantil María Galvache nos invita a mejorar y reflexionar sobre la importancia de la familia.
1. Trato con cariño y amabilidad a todos y les quiero tal y como son.
El amor incondicional es la expresión más sincera y pura del amor. Por lo general está reservado a los hijos. No obstante, debemos fomentarlo entre todos los miembros de la familia. Así les ayudaremos a que aprendan a querer a sus amigos de esta manera. Este sentimiento es inherente a la persona. Los padres se enamoran de su hijo en el mismo instante de su nacimiento, sea como sea.
2. Intento entender cómo se sienten los demás y me pongo en su lugar para convivir en armonía.
La empatía es la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás y nos permite ver las cosas desde el punto de vista del otro, dejando de lado nuestra perspectiva. Esto significa que somos capaces de ponernos en su lugar. Con esto no queremos decir que justifiquemos sino que comprendemos. La mejor manera de amarnos, ayudarnos mutuamente y por ende, alcanzar la felicidad, es comprendiéndonos.
3. Pido perdón y aprendo a perdonar de corazón.
Las personas aprendemos a perdonar de manera gradual desde la más tierna infancia. Si el niño aprende a pedir perdón, acabará reconociendo sus errores y a responsabilizándose de ellos. El niño o la niña que sabe pedir perdón, sabrá perdonar con el corazón y manejará adecuadamente la empatía teniendo en cuenta los sentimientos del otro. Para ello, el primer modelo de aprendizaje estará en sus padres.
4. Si me enfado con alguien, hago las paces antes de acostarme.
Cuando surge un conflicto, el primer paso lo darán los padres, acompañando a sus hijos para que aprendan a identificar el problema y puedan resolverlo. Crearán un espacio donde puedan expresar libremente sus emociones. Con su ayuda, se propiciará un clima adecuado para que surja la comprensión mutua entre los niños, encuentren soluciones, se pidan perdón y se perdonen.
5. Soy paciente y aprendo a esperar.
Fomentar la paciencia y el valor de saber esperar en los niños es algo fundamental para afrontar las distintas situaciones que surgen en la vida cotidiana. Esto requiere en ellos poner en marcha los mecanismos de observación y concentración para un adecuado aprendizaje. No es una tarea fácil pero, poco a poco, irán entendiendo que las cosas llegan de una manera u otra y, en otras ocasiones no llegarán pues seguramente no convengan.
6. Tengo ordenadas mis cosas y colaboro para hacer de nuestro hogar un lugar agradable.
El orden es el fundamento de todas las virtudes y el primer hábito que el niño debe adquirir. Desde pequeños tanto padres como profesores debemos hacer ver a los niños que vivimos en un mundo en el que existe un orden. Un mundo en el que existen horarios, normas y leyes que sirven para favorecer unas adecuadas relaciones humanas dentro de la sociedad. Un orden interior y exterior que nos lleva al pleno desarrollo como personas.
7. Escucho con atención las cosas que me cuentan los demás.
La escucha activa es de gran importancia para una buena comunicación, la cual debemos fomentar en los niños para que aprendan a establecer relaciones basadas en el respeto y la empatía. Todos merecemos ser respetados y escuchados con atención, independientemente de nuestra forma de ser y de pensar.
8. Soy generoso y comparto mi tiempo, mis cosas y mis juegos.
Cuando tenemos la disposición de dar y compartir por encima de nuestros intereses, somos generosos. Para ello, lo primero que debemos hacer es establecer relaciones con los demás, conocerlos y conectar con ellos. Cuando conocemos al otro, nos ponemos en disposición de identificar cuáles son sus necesidades y así poder ayudarle a satisfacerlas.
9. Siempre que llego a casa o me voy, saludo con alegría.
Saludar no es solo un acto de educación, es reconocer al otro en su individualidad. Que es una persona a la que hay que tener en cuenta y, en el ámbito familiar, una persona a la que queremos, nos importa y merece nuestra consideración y cariño.
10. Rezamos juntos porque “La familia que reza unida, permanece unida”.
Tener una vida de piedad en familia como: bendecir la mesa, acordarnos de La Virgen Santísima a medio día, rezar antes de salir de viaje, asistir a La Santa Misa juntos… hace presente en nuestros hogares al Señor y nos ayuda a fortalecer los lazos familiares.
María Galvache García, profesora de Infantil en el Colegio Orvalle.