El Plan de Convivencia de Orvalle es el conjunto de normas y recomendaciones que garantizan un ambiente de aprendizaje, respeto y crecimiento personal.
Se basa en el reconocimiento de la dignidad de cada persona y en la libertad individual, cuyo fundamento último está en la condición de que todos somos hijos de Dios.
En Orvalle fomentamos un clima de confianza mutua entre familias, profesorado y alumnado, en el que cada una se sienta parte activa de un proyecto común. La disciplina no se impone: se aprende desde el convencimiento y la responsabilidad personal.


El respeto y la cortesía son la base de la convivencia.

En Orvalle se cultiva el compañerismo y la amistad sincera.














El Plan de Convivencia se hace vida en cada actividad del colegio. Estas experiencias fortalecen los lazos y los valores que promovemos cada día:

El trabajo sistemático de virtudes ayuda a que el alumnado se relacione de forma respetuosa y las integre en su día a día.

Enseñar a identificar y expresar emociones reduce conflictos y mejora la resolución pacífica, potenciando la empatía.

Los alumnos aplican estrategias sencillas para resolver conflictos cotidianos y aprender a negociar.

Promueven el respeto a las ideas ajenas y la escucha activa. Además, aprenden a desarrollar habilidades para anticipar las consecuencias de sus acciones.

Se reduce la frustración al mostrar que equivocarse es natural y se fomenta un clima de confianza donde se percibe el error como parte del aprendizaje.

Favorece la seguridad en las relaciones con los demás y reduce las tensiones.

El aprendizaje cooperativo favorece la participación de todos, sin presión. Las canciones, gestos y juegos se viven como actividades de grupo que refuerzan la cohesión.

Fortalece el vínculo afectivo entre la familia y el profesorado, permitiendo detectar con prontitud dificultades y favoreciendo la unidad en la educación del alumno.

Transmite virtudes que les servirán para toda la vida y favorece la creación de espacios donde el alumno se encuentra en paz consigo mismo, y por tanto con los demás.

El juego simbólico y cooperativo es el escenario natural para interiorizar conceptos como turnos, reglas, negociación y empatía.

Refuerza los vínculos familiares, lo que mejora la estabilidad emocional de la alumna y, en consecuencia, su relación con los demás.

La convivencia fuera del aula es un laboratorio natural para practicar habilidades sociales. También favorece el sentido de pertenencia al grupo y reduce conflictos al fortalecer los lazos entre compañeras.

Una alumna autónoma gestiona mejor los conflictos, lo que mejora la convivencia del grupo y promueve la responsabilidad personal y el respeto.

El PEP permite personalizar el aprendizaje, reduciendo frustraciones y mejorando la autoestima. También fomenta hábitos de trabajo cooperativo y pensamiento crítico, claves para la convivencia madura.

Fortalece el vínculo afectivo entre la familia y el profesorado, permitiendo detectar con prontitud dificultades y favoreciendo la unidad en la educación del alumno.

Transmite virtudes que les servirán para toda la vida y favorece la creación de espacios donde el alumno se encuentra en paz consigo mismo, y por tanto con los demás.

Enseña a competir con deportividad, a aceptar normas y a celebrar los logros de otras compañeras. También ayuda a gestionar emociones intensas, trabajar en equipo y resolver los conflictos propios del juego.

Fortalece el vínculo afectivo entre la familia y el profesorado, permitiendo detectar con prontitud dificultades y favoreciendo la unidad en la educación del alumno.

Transmite virtudes que les servirán para toda la vida y favorece la creación de espacios donde el alumno se encuentra en paz consigo mismo, y por tanto con los demás.

Desarrollan habilidades sociales interculturales, potencia la flexibilidad y la resolución de conflictos en un entorno cambiante y refuerza la identidad personal y la capacidad de apertura a otros.

Fomenta la responsabilidad, la autonomía y la gestión del tiempo, lo que reduce tensiones y promueve relaciones más equilibradas. Introduce dinámicas de trabajo colaborativo y comunicación intercultural con profesorado y compañeras de otros países. Refuerza el sentido de pertenencia a una comunidad global de aprendizaje.

Forma líderes serviciales: liderazgo que busca el bien del equipo y el servicio a la comunidad.

Refuerza el pensamiento crítico, la argumentación respetuosa y el diálogo, fundamentales para una convivencia madura. Desarrolla habilidades de liderazgo positivo, organización y trabajo en equipo. Promueve la responsabilidad personal en proyectos de alto nivel.

Introduce diálogos socráticos donde se ejercita la escucha profunda, el respeto por opiniones distintas y la reflexión ética. Presenta modelos literarios que invitan a pensar sobre justicia, libertad, responsabilidad y relaciones humanas. Fomenta el pensamiento crítico en un clima de respeto.

Desarrolla la capacidad de reflexionar sobre la dignidad humana, la justicia, el respeto y el valor de toda persona. Promueve la toma de decisiones éticas y responsables, esenciales para una convivencia madura. Invita al debate fundamentado, respetuoso y basado en el valor de la vida y de los demás.

Refuerza la convivencia al ayudar a cada alumna a reconocer su propia dignidad y la de los demás, fomentando relaciones basadas en el respeto, la responsabilidad y la libertad bien entendida.
Además, desarrolla virtudes y habilidades de diálogo que mejoran el clima del aula y favorecen una convivencia madura, empática y consciente.

Ofrece un marco claro de mejora común, crea unidad de propósito y sentido comunitario, reforzando la identidad y el clima positivo.

Enseña a competir con deportividad, a aceptar normas y a celebrar los logros de otras compañeras. También ayuda a gestionar emociones intensas, trabajar en equipo y resolver los conflictos propios del juego.